“Los cristianos a las fieras” parece que sugirió Nerón a la chusma romana para tenerla contenta y entretenida mientras en las alturas la elite romana seguía con sus desmanes y sus vicios.
¡Todos contentos!
Hoy, veinte siglos más tarde, el circo romano sigue siendo útil y socorrido como recién inventado: ¡Echar a los moros! ¡Los musulmanes a las fieras! ¡Duro con ellos!
Ya la plebe tiene su espectáculo en el que no necesita mostrar ni virtudes ni modales y en cambio tiene licencia para sacar a relucir toda su bestialidad, su bajeza, su renuncia a cualquier uso de la mesura o la inteligencia y para darse al desenfreno, el vituperio, el capricho, el abuso y la crueldad. Hasta los intelectuales lo hacen. En todo tienen razón porque para eso quienes pueden les han dado potestad y aliento. Eso que hacen está muy bien y no tienen por qué medirse ni retenerse. Para eso está el circo y el derecho de cualquier población a dejar de ser gente para convertirse en chusma, populacho envilecido, escoria sin conciencia y carente de sentido moral o común.